domingo, 7 de junio de 2015

LA OTRA REALIDAD DE GRANADA  IDEAL.ES

La otra realidad de Granada
  • Las calles de la capital son escenario también de los jóvenes que se dedican a la venta ambulante o al auxilio para el estacionamiento de vehículos | Lo que en principio es una actividad para 'ganarse la vida' se reconoce como ilegalidad


Como se dijera en un fragmento de la obra teatral ‘La casa de Bernarda Alba’ de Federico García Lorca, “los pobres también sienten sus penas”. Granada vive en estas fechas su particular festejo del Corpus Christi coincidiendo con el aniversario del nacimiento del poeta, dramaturgo y prosista local que cumpliría en este 5 de junio de 2015 la edad de 117 años. Son días diferentes para la gran mayoría de los granadinos, que ven alterada su jornada laboral y en cierta medida emplean un mayor porcentaje de tiempo a desviarse de la rutina. Mientras, por las calles de la ciudad, se comprueba cómo para ciertos sectores la feria pasa totalmente desapercibida. Son aquellos que, además, tienen su particular forma de vivir el festejo. Protagonizan el ‘otro’ Corpus.
Se suceden día tras día las imágenes de aquellas personas que intentan ganarse la vida en los semáforos del centro de la ciudad. Algunos se distinguen por ser forasteros, probablemente la gran mayoría de origen africano, que con amabilidad intentan vender un simple paquete de pañuelos o un ambientador a los vehículos detenidos ante la señalización. Suelen portar un exceso de ropaje que chirría con la temperatura reinante en estos días, y además lucen claras consecuencias de pobreza. Así lo demuestran sus guantes deshilados o los pantalones con varias brechas. Quizá todo sea estrategia, como aquel que en pleno cruce de Arabial con Méndez Núñez intenta sacar una sonrisa a los conductores para ganar su confianza portando un vestido de gitana ahora en tiempo de feria, o de Papá Noel en diciembre. Lo cierto es que un chaquetón con gorro en esta época es lo menos adecuado para estar en la calle.
Sea como fuere no deja de ser una actividad ilegal, y por ello no es extraño ver cómo las autoridades detienen y proceden a la identificación de estos vendedores ambulantes. Por ello, también rechazan hacer cualquier tipo de declaración que en un futuro les pudiera perjudicar.
Algunos de ellos dudan cuando se les ofrece la posibilidad de contar la historia que les ha llevado desde sus respectivos países hasta las calles de Granada. Finalmente declinan tal posibilidad, no sin antes otear el horizonte de izquierda a derecha. Cuando son cuestionados por el pasado, algunos entran en una lucha interna por controlar las emociones. Sin embargo, los ojos vidriosos denotan claramente un sufrimiento patente.
También están aquellos casos en los que aprovechan un semáforo en rojo para desarrollar un espectáculo de malabarismo y posteriormente iniciar el proceso de recaudación. Suelen ser gente joven, por sus rasgos físicos probablemente españoles, acostumbrada a llevar el día a día por las calles aunque no se pueda definir un perfil exacto.
Otro de los ‘clásicos’ es la presencia de los reconocidos ‘aparcacoches’, y ya habituales por ejemplo en zonas como la colindante con la plaza de toros de la capital, ahora que esta vive sus días de mayor actividad. Quizá se pueda hablar en este caso en particular de un factor que ya forma parte de Granada por su extensión durante el tiempo. Es probable que su labor en ocasiones sea mínimamente útil para encontrar un hueco donde dejar el vehículo en una zona de difícil estacionamiento. No es menos cierto que en ocasiones y para evitar represalias, el conductor hace entrega de una mínima cuantía con el fin de encontrar su coche sano y salvo a su regreso.
Hablamos del ‘otro’ Corpus que no pasa desapercibido ni tan siquiera para los más pequeños. Es una realidad que muestra la otra realidad por las calles de Granada. Entre unos casos y otros existe un factor común para la opinión pública, y es el desconocimiento ante el fin que se le otorga a mencionada recaudación. Quizá su mal empleo impide que estas imágenes desaparezcan de forma progresiva. Por ello, bien vale la pena parafrasear una nueva obra de Lorca para recordar que “el más terrible de los sentimientos, es el de tener la esperanza muerta”.

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