Tarde redonda del menor de los Rivera, que cortó un total de cuatro orejas y dejó constancia de su clase
Francisco y Cayetano tienen los mismos apellidos y el mismo peso de
la gloria de grandes mitos del toreo como Luis Miguel Dominguín, su tío
abuelo, Antonio Ordóñez, su abuelo, y Francisco Rivera ‘Paquirri’, su
padre. Sangre ilustre del toreo la que corre por sus venas, inoculada en
sus cuerpos por la vía de la afición, que no del contagio maléfico.
Ellos, Francisco y Cayetano, son herederos directos de unas tauromaquias
dispares, pero todas ilustres. Y herederos también de valores que
siguen vigentes en la actualidad porque son eternos y no están sujetos a
los vaivenes de las épocas. Pero Francisco y Cayetano, aunque con
afinidades claramente constatables, responden a conceptos artísticos
diferentes. Uno, Francisco, sustancia la raza y la gallardía. El otro,
Cayetano, el arte en su más pura esencia. Por eso y por lo que suponía
ver enfrentados a los dos Rivera Ordóñez en un mano a mano que no tenía
más precedente que el protagonizado por ambos en Ronda el día de la
alternativa de Cayetano, el festejo que inauguró el abono del serial
granadino tenía indudable interés. El Rivera contra Rivera prometía
emociones fuertes y una rivalidad por encima del parentesco y lo cierto
es que en este caso se cumplieron los augurios, aunque con algunos
matices y ciertas desigualdades favor del menor de los hermanos, el más
favorecido sin duda por el sorteo de los astados.
Jueces de este enfrentamiento tan amistoso como apasionado fueron los
toros de Fernando Sampedro, que contra lo que algunos pensaban
acudieron a la cita con todos los pronunciamientos favorables que una
corrida de esta naturaleza demandaba. Muy en tipo todos los lidiados, de
bonita lámina y, además, de impecable presentación en cuanto a seriedad
y cuajo. Nada que objetar, por tanto, al encierro de la ganadería
sevillana, que además cumplió en ese otro apartado, siempre
imprevisible, de la bravura encastada, con varios toros de nota que
hicieron más meritorias las faenas realizadas por los dos hermanos.
Francisco Rivera ‘Paquirri’ demostró desde el mismo momento que
irrumpió en la arena el primer toro que no estaba por la labor de
dejarse ganar la pelea. Dos largas cambiadas en el recibo capotero,
lances a la verónica con gusto y cadencia y, después, disposición y
recursos para, muleta en mano, darle la oportuna réplica a un oponente
tardo, distraído y de escaso celo. No fue precisamente un regalo el toro
que abrió plaza, al que pudo haberle cortado una oreja ‘Paquirri’ de no
haber necesitado de dos pinchazos, estocada entera y cuatro descabellos
para despenarlo.
No hay comentarios:
Publicar un comentario